Todos sabemos los males (y los bienes) que hay en estos pagos. Pero a veces no está de más recordarlos.
lunes, 9 de mayo de 2011
La última puerta
Desde el niño que fui y que trataba de adivinar en “El Loco Chávez”, en la contratapa de Clarín, aquellos códigos de los adultos y de los porteños.
Desde el preadolescente que se deleitaba detrás de alguna puertita, junto al señor López, cuando furtivamente accedíamos a la Humor.
Desde el joven que se aventuró por sendas indómitas junto a Alvar Mayor.
Desde el adulto que disfrutó en Fierro con sus brillantes y oscuros Guastavino y Sasha.
O Cibersix, Charlie Moon, las Historias Mudas, Merdichesky, El Negro Blanco y una larga serie de etcéteras.
Si Héctor Germán Oesterheld fue el Dios de nuestra historieta, sin duda Trillo fue su profeta y su mayor discípulo.
El gran contador de historias.
El que brilló junto a Altuna, los Breccia (el viejo y Enrique), Mandrafina, Risso, Meglia, García Seijas, y más recientemente Lucas Varela.
Hoy atravesó esa puertita que todos deberemos cruzar alguna vez. Y no tendremos a Trillo para contarnos que hay del otro lado.
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