Todos sabemos los males (y los bienes) que hay en estos pagos. Pero a veces no está de más recordarlos.
jueves, 5 de mayo de 2011
Dibujos
Ya es sabido, la película va a tener el resultado esperado.
Mauricio Macri, escudado en los calendarios electorales, aceptará la derrota cinco meses antes de las elecciones presidenciales de octubre. Y volverá a presentarse como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como ocurrió en 2007, cuando "no le dio el cuero" y no se animó a presentarse en la nacional para disputar con Cristina, tal como le reclamaba su ¿amigo? Francisco de Narváez.
Para los tipos que están acostumbrados a que su vida sea un lecho de rosas, que se parezca a una película romántica de Hollywood, donde siempre el protagonista se queda con la chica y los malos pierden, es difícil admitir las derrotas. Seguramente hoy Macri debe estar preocupado por la imagen que dejará en la conferencia de prensa en la que anunciará que, otra vez, no será la "esperanza blanca" de la derecha en los comicios nacionales. Definitivamente no podrá repetir el montaje del 2007, con la pequeña Melina dándole la mano y el basural de Lugano a sus espaldas(entre otras cosas porque ahora él no puede eludir su responsabilidad en la realidad social de la ciudad). Pero seguramente el montaje estará. Y habrá que volver a señalarle los piolines.
Tal vez esta vez el niño Mauricio aprenda que la política no es "dar bien" en cámara y salir en las revistas de moda codeándose con Susana Giménez o Miguel Del Sel. Que la política requiere de partidos, de dirigentes, de militantes, de -ay, sí- punteros. De organización territorial. De gestión. De algo más que el "Big Brother" eterno de las cadenas privadas de noticias.
No puede ser Presidente alguien que sólo se atreve a salir pulcro en las fotos de prensa y recorre más seguido París que Pompeya. Alguien que no ha sabido construir un sistema de alianzas, más allá de los grupos empresariales y mediáticos que lo sostienen. Que no tiene un sólo senador en la Cámara Alta. Que se denomina la "nueva política", cuando sólo es una nueva máscara del viejo establishment parasitario, y que en realidad continúa prohijando a la vieja política, la del chanchullo cotidiano y burocrático.
Tal vez Macri empiece por aprender todas estas cosas. Ahora que tiene una elección municipal por delante, y tal vez cuatro años más de gobierno en la principal vidriera política del país. Pero deberá hacer un curso intensivo de todas estas cosas, y algunas más, para no volver a defraudar dentro de cuatro años. Para que su proyecto político sea algo más que un dibujo animado montado por los grandes medios de comunicación y las corporaciones empresarias.
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