lunes, 11 de febrero de 2013

Bailando por un voto

Cada vez más famosos, artistas y deportistas, se suman a la política. Mientras tanto, los políticos imploran por tener la posibilidad de bailar o contar chistes en televisión.

Por Fernando Casasco (Publicado en El Barrio Villa Pueyrredón, febrero 2013)

El fenómeno de "farandulización" de la política no es nuevo ni es exclusivamente argentino. Sobre la internacionalización de esta tendencia se podría mencionar las dos presidencias en Estados Unidos del actor Ronald Reagan o la gobernación de California ejercida por el rudo Arnold Schwarzenegger; el dominio sobre la política italiana ejercido por Silvio Berlusconi, respaldado por su imperio mediático, sus éxitos deportivos con el club Milan o sus escandalosas conquistas de jóvenes y hermosas mujeres; o la novela sentimental protagonizada por Nicolas Sarkozy en su relación con la modelo y cantante Carla Bruni.

Por estas tierras, la lista de casos es extensa y de larga data. Se podrían rastrear en el matrimonio de Marcelo T. de Alvear con la cantante lírica Regina Pacini o en el romance que cambió la historia del país: la de Juan Domingo Perón con la ascendente actriz María Eva Duarte.

Pero fueron los años 90 los que marcaron una bisagra en cuanto a la utilización deliberada de figuras rutilantes del deporte y el espectáculo por parte de la dirigencia política. Y viceversa: la cada vez mayor participación de los políticos en programas de entretenimiento.

El menemismo supo aunar éxito artístico y/o deportivo con triunfos electorales a partir de sumar al cantante y empresario Ramón Ortega y al ex corredor de Fórmula Uno Carlos Reutemann.

En las elecciones provinciales de 1991, "Palito" se quedaba con la gobernación de Tucumán, relegando al general represor Antonio Domingo Bussi, mientras que el "Lole" aseguraba la continuidad del Justicialismo en la gobernación santafesina.

Otra estrella del deporte que consiguió una banca en Diputados en aquellos años fue el campeón de motonáutica Daniel Scioli, luego Vicepresidente de la Nación y dos veces gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Paralelamente, el Presidente de la Nación se convertía en un "rock star": jugaba al fútbol y al básquet junto a las selecciones nacionales, bailaba música árabe en el programa de Mirtha Legrand, cerraba la campaña por su reelección intercambiando chistes por TV con Marcelo Tinelli, se vanagloriaba de su fama de mujeriego y de sus amoríos con pulposas vedettes, se hacía cirugías estéticas, y corría por las rutas argentinas con su Ferrari Testarossa.

Finalizando aquella década, los sectores medios de la sociedad parecieron hartarse de aquel desparpajo con que se exhibían los políticos. Sin embargo, a la hora de los bifes, un mandatario más "aburrido" como Fernando de la Rúa, además de mantener incólumes los pilares de la política económica de su antecesor, también pasó por el set televisivo de Tinelli, compartiendo cámara con su imitador. El resultado fue patético, con el Presidente cayendo en el absoluto ridículo.

Por entonces se hablaba de la "tinellización" de la política. En julio de 2001, el humorista Rudy consideraba que "más que tinellización, vivimos el triunfo de lo banal; somos, parece, una república banalera".

Votando por un sueño

En el siglo XXI el fenómeno no se agotó, ni mucho menos. Y demostró que no tiene que ver con una ideología determinada. El propio Néstor Kirchner bromeaba con el imitador de De la Rúa, al igual que lo hacía constantemente con los noteros de CQC.

Asimismo, el kirchnerismo supo rodearse de artistas durante importantes anuncios o festivales multitudinarios y hasta postuló a Nacha Guevara para ocupar una banca en la Cámara de Diputados. La reciente polémica entre la presidenta Cristina Fernández y el actor Ricardo Darín, demuestra la sobredimensionada importancia que el oficialismo nacional a veces les otorga a los artistas populares.

Pero es el PRO el partido que demuestra moverse más cómodamente en los andurriales en los que se borran las fronteras entre la política y el entretenimiento. El propio Mauricio Macri se transformó en una "celebrity": un joven magnate que se volcó a la vida pública; sus éxitos al frente del club más popular del país; sus sucesivos casamientos con bellezas distinguidas como Isabel Menditeguy o Juliana Awada; sus constantes apariciones en sets televisivos y en las tapas de las "revistas del corazón".

El Jefe de Gobierno no tuvo rubor al bailar desde una tarima el día de su consagración electoral. Ni de calzarse capa y corona para emular a su ídolo musical Freddy Mercury en distintos programas televisivos.

Pese a lograr la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Macri no logró aún extender su buena estrella más allá de la Avenida General Paz. Es por ello, que la dirigencia del PRO decidió dedicarse a la incorporación de famosos actores y/o deportistas a sus listas, para mejorar su performance en distintos distritos.

La tendencia la inauguró con la candidatura a concejal en Mendoza del corredor de rally Orly Terranova. Pero el mejor rendimiento lo obtuvo el humorista Miguel Del Sel, quien en poco tiempo de campaña llegó a arañar la gobernación santafesina en 2011.

Para los comicios de este año, el macrismo ha decidido apostar casi todas sus fichas a los votos que la farándula y los deportistas exitosos puedan sumarle. "Quien no sea conocido, quien no tenga popularidad, no puede ser candidato", afirmó recientemente el ministro de Gobierno y principal armador político de Macri, Emilio Monzó.

Ya confirmaron su presencia en las listas del PRO el ex árbitro de fútbol cordobés Héctor Baldassi, el ex piloto de TC, Eduardo "Lalo" Ramos, y el ex basquetbolista y periodista Leandro Ginóbili. Quien podría ocupar un lugar en las listas macristas en Quilmes es el periodista deportivo Walter Queijeiro. También continúan las negociaciones para incorporar al ex futbolista Carlos MacAllister para que sea candidato a diputado por La Pampa.

En el revoleo de nombres famosos, apareció postulándose la modelo y conductora Rocío Marengo, quien dijo tener buena llegada con el ex diputado radical y actual referente del PRO en Bahía Blanca, Juan Pablo Baylac. Desde el macrismo sólo contestaron que "por ahora no" habían pensado en la atractiva rubia. Otros nombres resonantes (el ex futbolista Martín Palermo, el ex basquetbolista Marcelo Milanesio, o el golfista Eduardo "Gato" Romero) quedaron descartados.

Y mientras muchos famosos se politizan, los políticos se "farandulizan", para conseguir mayor popularidad. El anuncio de Marcelo Tinelli de que podría haber un nuevo sketch de "Gran Cuñado" (con humoristas imitando a dirigentes políticos que participan de un supuesto reality show) movilizó a varios dirigentes que probarán suerte en las urnas. Así, el primero en anotarse fue el ex socio político de Macri, Francisco De Narváez, quien logró una mayor instalación popular gracias a su participación en el ciclo. Otro que se autopostuló para bailar en Showmatch fue el jefe de gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a quien algunos ven con posibilidades de convertirse en candidato a senador por el macrismo porteño.

Otros dirigentes del PRO buscan también su nicho para atraer las cámaras sobre sus figuras. El ministro Diego Santilli empapeló las paredes de la ciudad para promover un partido benéfico que compartirá con el ídolo riverplatense Ariel Ortega. Y Cristian Ritondo se anota en cuanta distinción otorga la Legislatura porteña a reconocidos artistas y deportistas. Todo sea con tal de salir en la foto.

Es que las propuestas, las plataformas electorales y la coherencia militante parecen estar en baja. Es tiempo de fama, éxito, dinero.

Es tiempo del show.

¡Buenas noches, América!