Lo tengo que decir: banco a Carrió. No, no me volví loco. Primero lean algunas de las frases que le dijo a Gerardo Rozín en C5N:
"En cualquier lugar del mundo donde uno hable de Él habla de Dios, salvo en la Argentina, que cuando hablamos de Él hablamos de un corrupto que murió”.
"'Él' es un corrupto que murió. ¿Quién es Él? El Gordo Valor... Esto es terrible".
"El peronismo es el poder, pero un poder corrupto que finalmente aniquila a la Patria".
“En todo caso, la gente tiene que votar a una presidente, no a ‘la viuda de’, ‘al hijo de’, es todo terrible”.
En fin, la artillería pesada a la que nos tiene acostumbrados Lilita.
¿Y por qué la banco? Justamente por eso. Porque nadie en este país muestra en carne viva su propio gorilismo como la líder de la Coalición Cívica.
El panorama para las próximas elecciones está claro: nadie está mostrando un modelo económico, político o social alternativo al kirchnerismo.
Entonces, la única alternativa es esa justamente: entre el kirchnerismo o el anti-kirchnerismo. Y Carrió pretende transformarse en el adalid máximo de ese anti-kirchnerismo ferviente, rabioso, que odia todo lo que venga del gobierno nacional.
Tantas veces se habló del kirchnerismo en términos de “crispación” o de “confrontación”. Pero nadie llevó esos términos tan al extremo como Carrió.
En un país en que la derecha desiste de presentarse como tal; en que los liberales nos hablan de luchar contra la desigualdad y la pobreza; en que los radicales no terminan de definirse entre la social-democracia y el populismo conservador, Lilita deja de lado todo tipo de consideraciones ideológicas o socio-políticas, para concentrarse en la fuerza que más moviliza a quienes se oponen al gobierno nacional: el odio visceral.
Y en eso –hay que admitirlo- es única.
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