
Mi primer recuerdo es de un atardecer (debe haber sido por el ’77), volviendo de la cancha de Huracán en el 133, cuando todavía era marrón. El viaje entre Parque Patricios y Villa Urquiza era tan espantosamente largo que me dormí sobre las piernas de mi viejo. La cancha de River estaba en remodelación para el Mundial ’78, y el Millonario hacía las veces de local en el estadio quemero. No me pregunten con quien jugamos, ni como salimos, pero es un recuerdo entrañable para mí.
Después muchas tardes en el Monumental, también con mi papá, a veces nos acompañaba el tío Juan, el hermano de mi abuelo, gallina de alma. Nos sentábamos cómodamente en la Alte. Brown baja, comíamos los sanguches de milanesa que había preparado mi abuela, o maní con cáscara que comprábamos cerca del estadio y disfrutábamos viendo al Beto, a Passarella, a JJ, a Luque, a Fillol. Ahí vi al Argentinos Jrs. de Maradona, al Independiene de Bochini, a aquel Loma Negra famoso de los nacionales, a tantos equipos.
Después crecí, pero la sangre albirroja seguía circulando por mis venas. La magia de Enzo, el poster del campeón de la Libertadores ’86, aquel amanecer con la corrida de Alzamendi, para quedarnos con la Intercontinental. Tanta gloria.
Y los ’90, cuando me hice socio e iba a la cancha a festejar seguido con el Mencho, el Polillita, Ramón, Astrada, el Mono Burgos, Orteguita, Crespo, Gallardo, la vuelta de Enzo. Otra vez la Copa. Y la Supercopa. Y el tricampeonato. Y Salas, Aimar, Saviola, Angel, tanto fútbol. Aquella tarde en que casi pierdo los anteojos, festejando el tercer gol ante Boca, después de ir perdiendo 3-0. Aquellas lágrimas de agradecimiento en la despedida de Enzo.
Después las responsabilidades me fueron alejando de la cancha. Aunque el corazón latía con la misma fuerza en cada partido en que jugaba “la banda”. Ni los años, ni las amarguras de los últimos años lograron acabar con eso.
Hoy volví a llorar. Poco, no soy afecto a desbordes emotivos. No puedo todavía creer que el club de Bernabé, Labruna, Pedernera, Moreno, Amadeo, Pipo Rossi, Passarella, Alonso, Francescoli, Ortega, Ramón Díaz haya llegado a esto. El de mayor cantidad de títulos nacionales.
Todavía pienso que me voy a acostar esta noche (después de varias copas de vino) y mañana todo va a ser una triste pesadilla.
Y que en el campeonato que viene voy a volver a la cancha, a festejar otro título. Y acostarme en las rodillas de mi viejo, aunque quede ridículo un tipo de 38 años recostado sobre un hombre de 70.