Todos sabemos los males (y los bienes) que hay en estos pagos. Pero a veces no está de más recordarlos.
domingo, 26 de junio de 2011
Cerrado por derribo
Mi primer recuerdo es de un atardecer (debe haber sido por el ’77), volviendo de la cancha de Huracán en el 133, cuando todavía era marrón. El viaje entre Parque Patricios y Villa Urquiza era tan espantosamente largo que me dormí sobre las piernas de mi viejo. La cancha de River estaba en remodelación para el Mundial ’78, y el Millonario hacía las veces de local en el estadio quemero. No me pregunten con quien jugamos, ni como salimos, pero es un recuerdo entrañable para mí.
Después muchas tardes en el Monumental, también con mi papá, a veces nos acompañaba el tío Juan, el hermano de mi abuelo, gallina de alma. Nos sentábamos cómodamente en la Alte. Brown baja, comíamos los sanguches de milanesa que había preparado mi abuela, o maní con cáscara que comprábamos cerca del estadio y disfrutábamos viendo al Beto, a Passarella, a JJ, a Luque, a Fillol. Ahí vi al Argentinos Jrs. de Maradona, al Independiene de Bochini, a aquel Loma Negra famoso de los nacionales, a tantos equipos.
Después crecí, pero la sangre albirroja seguía circulando por mis venas. La magia de Enzo, el poster del campeón de la Libertadores ’86, aquel amanecer con la corrida de Alzamendi, para quedarnos con la Intercontinental. Tanta gloria.
Y los ’90, cuando me hice socio e iba a la cancha a festejar seguido con el Mencho, el Polillita, Ramón, Astrada, el Mono Burgos, Orteguita, Crespo, Gallardo, la vuelta de Enzo. Otra vez la Copa. Y la Supercopa. Y el tricampeonato. Y Salas, Aimar, Saviola, Angel, tanto fútbol. Aquella tarde en que casi pierdo los anteojos, festejando el tercer gol ante Boca, después de ir perdiendo 3-0. Aquellas lágrimas de agradecimiento en la despedida de Enzo.
Después las responsabilidades me fueron alejando de la cancha. Aunque el corazón latía con la misma fuerza en cada partido en que jugaba “la banda”. Ni los años, ni las amarguras de los últimos años lograron acabar con eso.
Hoy volví a llorar. Poco, no soy afecto a desbordes emotivos. No puedo todavía creer que el club de Bernabé, Labruna, Pedernera, Moreno, Amadeo, Pipo Rossi, Passarella, Alonso, Francescoli, Ortega, Ramón Díaz haya llegado a esto. El de mayor cantidad de títulos nacionales.
Todavía pienso que me voy a acostar esta noche (después de varias copas de vino) y mañana todo va a ser una triste pesadilla.
Y que en el campeonato que viene voy a volver a la cancha, a festejar otro título. Y acostarme en las rodillas de mi viejo, aunque quede ridículo un tipo de 38 años recostado sobre un hombre de 70.
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Fuerza amigo!
ResponderEliminarY yo, que años ha que he dejado de sufrir o alegrarme por mi equipo, tengo que escuchar de parte de mi insular esposa este reproche:
"Mai mi hai portato a vedere un superclásico"
"Nunca me llevaste a ver un superclásico"
Muy Lindo..lo que escribis Hermano...!! Un fuerte abrazo...!!
ResponderEliminarGracias muchachos, todavía me dura la tristeza. Tincho: podés llevarla cuando juguemos con Boca Unidos de Corrientes y convencerla que son los bosteros. Por ahí no se aviva. Abrazo.
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