Todos sabemos los males (y los bienes) que hay en estos pagos. Pero a veces no está de más recordarlos.
miércoles, 21 de julio de 2010
La ciudad de la furia
Tuvimos un intendente que tiró casas para hacer autopistas.
Tuvimos otro intendente que autorizó que en una escuela funcionara un shopping.
Tuvimos otro que la emprendió con la topadora contra la villa 31.
Tuvimos un jefe de gobierno -electo por los porteños- que "hizo la plancha" tres años, hasta que fue presidente.
Pero cuando fue presidente siguió haciendo la plancha y se tuvo que ir en helicóptero.
Tuvimos otro jefe de gobierno que apareció como la cara nueva de una alianza armada para derrotar al peronismo.
Pero que cuando las papas quemaron se alió al peronismo para ser reelecto.
Ese mismo jefe de gobierno dijo que iba a terminar con la corrupción de las inspecciones municipales.
Pero tuvo que dejar su cargo cuando se comprobó que las inspecciones fallaron - por negligencia o por corrupción - cuando un incendio dejó 192 muertos en un boliche.
Tuvimos otro jefe de gobierno que creyó que dando muestras de su cultura y su "afrancesamiento" se podría quedar en el cargo.
Pero se terminó descubriendo que ni siquiera era licenciado. Y se fue pronto.
Tenemos un jefe de gobierno que prometió soluciones al problema de la inseguridad.
Pero en su gobierno lo único que creció es la seguridad de que todos podemos ser espiados. Y de que los que menos tienen no tienen derecho a salud y educación de calidad.
Tuvimos una vicejefa de gobierno que asumió con el compromiso de mejorar el sistema institucional.
Pero en la primera elección se olvidó de su mandato, para ser candidata a diputada.
Ahora tenemos un jefe de gobierno procesado por participar de una asociación ilícita que pinchaba teléfonos. Y cuyo procesamiento fue confirmado en segunda instancia.
Ese mismo jefe de gobierno denuncia que todo se trata de un complot del gobierno nacional. Pero quiere que sus legisladores impulsen un juicio político en su contra para esclarecer la situación.
Los porteños nos creemos cultos, civilizados, racionales.
Pero votamos a personajes tan disímiles como De la Rúa, Erman González, Chacho Alvarez, Domingo Cavallo, Aníbal Ibarra, Ricardo López Murphy, Elisa Carrió, Mauricio Macri, Pino Solanas...
Levantamos héroes y hundimos villanos con la velocidad de la luz.
Pedimos estabilidad y sobriedad, pero elegimos personajes inestables.
Pedimos progreso, justicia social, inclusión, pero votamos candidatos que han hecho gala de su desprecio por esos conceptos.
Pedimos respeto a las instituciones, pero nuestros gobernantes son los primeros en pasar por encima de ellas.
Creo que al fin de cuentas la culpa no es de ellos. La culpa es nuestra.
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