Todos sabemos los males (y los bienes) que hay en estos pagos. Pero a veces no está de más recordarlos.
viernes, 19 de febrero de 2010
El pianista en su laberinto
Lo conocí una noche, en el Centro Cultural San Martín. Acabábamos de asistir a la presentación en vivo del disco de otro grande del folklore y del piano: Adolfo Abalos. La amistad de mi viejo y mi tío con su actual esposa sirvió de puente. Apenas estreché su mano, observé la economía de palabras y de movimientos, que contrastaban con su gran contextura física. Indicios sin duda de la enfermedad degenerativa que arrastraría hasta su muerte, ocurrida ayer.
Me impresionó algo que escuché en la radio: esa enfermedad lo hizo olvidar completamente todo idioma musical. Incluso su hijo, Facundo, comenzó a enseñarle de nuevo, como a un niño: Do, Re, Mi… y así. El ponía empeño en aprender, aunque con las dificultades propias de su salud y de su edad. Incluso dicen que un día se sentó al piano y comenzó a ejecutarlo con la maestría de tiempos pretéritos. Pero – como aquellos pacientes a los que Robin Williams medicaba en la película Despertares – casi inmediatamente volvió a caer en la ciega hondura de su patología neurológica.
Ariel Ramírez fue un grande de la música nacional y se despidió ayer. Curiosa mueca del destino: la intérprete, el autor y el compositor de obras fundamentales como Mujeres Argentinas y Cantata sudamericana pegaron el portazo de este mundo con pocos meses de diferencia unos de otros. Ariel fue un creador prolífico. A las mencionadas se pueden agregar obras monumentales como la Misa Criolla (con la que recorrió el mundo) y Los caudillos. También están sus encuentros magistrales con Jaime Torres, cumbre del folklore latinoamericano. En su lado oscuro, quedan las sospechas de muchos autores sobre el manejo de fondos en SADAIC, entidad de la que fue durante muchos años presidente. Cuestiones humanas, a las que la muerte y el paso de los años suelen aplacar.
“Alfonsina y el mar”, “La tristecita”, “El Paraná en una zamba”, “Zamba de Usted”, “Antiguo dueño de las flechas”, son algunas muestras de su maestría, obras ya inmortales. Pero a mí la que siempre me gustó más es “Volveré siempre a San Juan”, con letra de Tejada Gómez, sobre todo la versión del propio Ramírez con Angela Irene. Lamentablemente no la encuentro en la red, así que ahí va algo del maestro con su colega Jaime Torres y la versión que Angela hizo de “Volveré…” este verano en Cosquín.
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En el Coral Caminos cantamos "Zamba de usted", y es una de mis preferidas de todo el repertorio. Este año cuando la cantemos, le rendiremos un pequeño homenaje.
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