viernes, 20 de febrero de 2009

El beneficio de la duda


El Jefe de Gobierno porteño duda. Intenta impulsar una norma o determinada política, pero luego se arrepiente ante las críticas y da marcha atrás. Y termina atrapado en la mediocridad.

Por Fernando Casasco (publicado en El Barrio Villa Pueyrredón - Enero 2009)

Allá lejos y hace tiempo, el año pasado, cuando estaba en campaña, Mauricio Macri prometió a todos los porteños que los problemas de la ciudad se resolverían rápidamente si él era electo. Es que para cada área conflictiva, él y su partido tenían un proyecto, una propuesta y todas las palabras del alfabeto que comenzaran con PRO. Incluso se dio el lujo de cerrar su campaña pre-electoral con una maratón de acciones que pretendían emular –aunque sin nombrarlo, para que no se espanten las señoras gordas de Caballito y Recoleta- el aforismo del general Perón: "Mejor que prometer es realizar".
Sin embargo, a un año ya de su asunción, la realidad es que la gestión de Macri se fue en promesas y termina sus primeros doce meses con pocos logros demostrables. No se debe ser perverso y cargar toda la responsabilidad por esta situación al nuevo gobierno. Es cierto que la autonomía de la ciudad de Buenos Aires sigue estando muy recortada y que muchas áreas dependen de un compromiso previo del gobierno nacional. O que no se puede acabar con años de desidia en solo una temporada. Pero el problema de Macri reside en que justamente él fue el que prometió que ninguna de estas cuestiones eran insalvables y que con sus proyectos, sus propuestas (recuerde: todo con PRO), los padeceres de los porteños tenían solución. Y la ciudadanía com-pró.
Algunos ejemplos de las dudas de esta gestión. En materia de ordenamiento de tránsito hubo algunas medidas memorables. Por ejemplo, el anuncio de los carriles exclusivos en las principales avenidas céntricas para los colectivos. Tras una protesta de los taxistas que dejó bloqueado todo el Centro porteño durante varias horas, el Gobierno porteño dio marcha atrás y terminó aprobando un esquema que no dejó conforme a nadie, ni chicha ni limonada. Ahora está en estudio otra genialidad: los contracarriles en avenidas muy transitadas, como Santa Fe. Veremos cuánto dura. Sólo habría que recordar que el contracarril que se quiso instalar sobre Rivadavia, para evitar el bloqueo de Bartolomé Mitre, a la altura de República Cromañón, duró solo un par de horas: los colectivos de gran porte no podían dar la vuelta por Rivadavia sin llevarse por delante a los autos que venían por la otra mano o sin subirse a la vereda. Ni que hablar de los 10 kilómetros de subte por año que Macri prometió durante su campaña. Apenas logró inaugurar un par de estaciones de la línea A y se volvió a postergar la llegada de la línea B a Villa Urquiza.
También Macri prometió en su campaña la urbanización de las villas de emergencia porteñas. Como los habitantes de las villas son pobres pero no zonzos, no creyeron demasiado en los dichos del flamante jefe de gobierno y continuaron su urbanización sui generis. Así cada vez hay que mirar más para arriba para observar la edificación de las casas, por ejemplo en la Villa 31 de Retiro. El discurso macrista insiste en que la responsabilidad es del gobierno nacional, propietario de los terrenos ferroviarios. Incluso a las autoridades se les ocurrió la peregrina idea de convocar un plebiscito en el que se consulte a los ciudadanos sobre un aumento de impuestos para dedicar ese dinero a la urbanización de las villas. La propuesta fue descartada por el momento…
Apenas asumido el gobierno de Macri echó a miles de contratados del Gobierno de la Ciudad, alegando que la mayoría de ellos eran ñoquis o contratados "de la política". Además intervino la obra social municipal (O.S.B.A.) y prometió su desregulación para que los empleados de la comuna pudieran elegir libremente su propia obra social. La intervención de la obra social terminó en un co-gobierno con el gremio municipal encabezado por los inoxidables Genta y Datarmini. Y la desregulación… todavía la esperan los trabajadores.

La caja está
En la campaña del año 2007 pasó lo que pasa siempre: los candidatos prometen no aumentar los impuestos, pero después no pueden con su genio y los aumentan igual. Antes de comenzar con su mandato, Mauricio Macri contó con la connivencia de su antecesor Jorge Telerman, quien hizo el "trabajo sucio" de aumentar en forma general el ABL en toda la ciudad.
Gracias a esos aumentos de impuestos y de otras tasas municipales, la Ciudad tuvo durante 2008 recaudación record. Pese a ello, el Ejecutivo presentó un proyecto de presupuesto que incluía cobrar impuestos a la compraventa de autos usados, a los contratos entre privados y hasta a los resúmenes de las tarjetas de crédito. La oposición y los grandes medios se escandalizaron y protestaron por una medida que iba contra el bolsillo de la clase media. Macri dudó. A la oposición le pidió que no ponga palos en la rueda. Pero con los grandes medios no se atrevió. Y en un programa de televisión finalmente terminó dando de baja el polémico impuesto a las tarjetas de crédito.
Sin embargo, el presupuesto 2009 estuvo a punto de caerse en la Legislatura. Pero sobre la hora llegó un acuerdo con la Coalición Cívica y con el ibarrismo para aprobar el proyecto del Ejecutivo, aunque con muchos retoques. Para lograr los 31 votos necesarios, el oficialismo debió dar marcha atrás con las subas de Ingresos Brutos a los híper y supermercados y los electrodomésticos. Los que sí quedaron son los incrementos a la actividad bancaria y financiera y a la construcción de viviendas de alta categoría. Además, se sumaron el impuesto a las transferencias de futbolistas y un gravamen de un 8% a las tragamonedas y los casinos.
El conflicto por los juegos de azar merece un párrafo aparte. En medio de la discusión por el presupuesto se tuvo la noticia de que el macrismo había conseguido una negociación favorable para la ciudad en lo que percibe en concepto de regalías de este tipo de actividades, las que pasarían del 24% actual al 50%. Es que aún hoy los juegos en la Ciudad dependen de una concesión de Lotería Nacional. Y cada vez que la comuna intentó gravar la actividad, la justicia se lo impidió.
Pero apenas se difundió el acuerdo, ardió Troya. La siempre incendiaria Elisa Carrió denunció un pacto entre el jefe de gobierno y Néstor Kirchner (al que ya había denunciado por asociación ilícita junto a – entre otros – el empresario de juegos Cristóbal López). Y la Iglesia lanzó una seria advertencia sobre la extensión de los tragamonedas en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires y alertó que "el juego destruye familias enteras".
Frente a estas señales, Macri vaciló. Su vice, Gabriela Michetti, siempre con un oído muy atento a lo que se diga desde los púlpitos eclesiales, terminó de convencerlo. El acuerdo con la Nación se cayó, pese a "lo importante que era contar con esos ingresos", según dijo el propio jefe de gobierno. Ahora sería esperable que el 8% de impuestos que sancionó la Legislatura llegue sin trabas a las arcas porteñas. Y que ese cuantioso monto sirva para combatir la ludopatía y que no se siga extendiendo la timba en la Ciudad. Sin dudas que para el gobierno porteño, la oposición y la conferencia episcopal esos son objetivos más nobles que asistir a los pobres y desamparados de la ciudad…
En suma pasó un año de gestión de Macri. Un año con más dudas que certezas. Es de esperar que en este nuevo año, muchas de esas dudas comiencen a resolverse para bien de los porteños. O que sean los propios porteños los que duden a la hora de emitir un voto de confianza en las urnas.

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